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Baraka (11)

De cómo comprar (y vender) una bicicleta en Casablanca (Marruecos)

Se llamaba Mehdi, llevaba corbata, hablaba inglés y conducía su furgoneta con una sola mano. Con la otra tocaba continuamente el claxon y sostenía el teléfono móvil, por el que hablaba cuando no estaba girando el cuello para decirnos algo. Perdió buena parte de su hora del almuerzo de un viernes para ayudarnos a encontrar una bicicleta barata, y se despidió con visible molestia por no haberlo conseguido. Fue uno de los viajes más frenéticos, alocados y divertidos de mi ya curtida experiencia como copiloto suicida.

Nos habían perdido una bicicleta en el aeropuerto de Barajas y no tenía pinta de llegar al día siguiente. Pensamos en comprar otra para salir del paso, quizá una de esas baratas que tienen en el Alcampo o el Carrefour. Pero no había hipermercados en el centro de Casablanca. Habíamos aprendido a preguntar a los tíos con corbata, porque la probabilidad de que hablasen inglés o español se disparaba. El primero que preguntamos nos metió en su coche y nos fue llevando a las tiendas que conocía, que a esa hora estaban cerrando y que según nos decía no iban a abrir por la tarde, por ser fiesta religiosa. Por eso conducía a toda prisa, hacia las glorietas al revés, escapaba por centímetros del choque con la fauna automovilística de la ciudad con el tráfico más caótico que he visto. Pero nos pedían mucha pasta por unas bicicletas que no se ajustaban a lo que necesitábamos. Así que nos fuimos a comer sin bicicleta y sin Mehdi, que para entonces ya estaba en la lista de los ángeles de la guarda que nos van salvando la vida en Bristol, en Boskuora,  y en cualquier sitio al que se llega con la aspiración de ser siempre viajero y nunca turista entontecido de los de cámara digital y derroche hortera.

Por la tarde hicimos comandos. Al mío le tocó buscar por las calles del mercado, donde nos habían recomendado probar suerte, donde un empleado de un taller nos abrió paso hasta la tienda con las bicicletas más baratas de la ciudad. Le dimos la propinilla y nos metimos. Allí estaba la Oscar falsa, barata y bonita, que lo de buena era ya mucho pedir.

Salimos de Casablanca casi al atardecer, felices, exitosos. La Oscar hacía raca-raca y al jinete se le iban hinchando las narices cada vez que no subía la cadena al plato, cada vez que un piñón no entraba. Creo que se le llegó a caer alguna pieza innecesaria esa misma tarde, en sus primeros kilómetros de vida. Pero, en fin, era barata y bonita. Yo incluso diría que nos dio algo de pena venderla, al día siguiente, en el aeropuerto. Pero esa es otra historia y la contaremos en otro momento.

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  1. diciembre 31, 2007 a las 3:27 pm

    Joder, que buena esta serie de Marruecos, quizá Javier Reverte esté en tu corazón Daniel y sin tu saberlo seguimos sus pasos como en Vagabundo de Africa. Imaginaros recorriendo Escocia en Bicicleta, imaginaros esos paisajes mirándolos en vuestros ojos y sintiendo el verde como se mete en vuestras entrañas.
    Quiero saber ya del próximo viaje, porque el viajar es una de las cosas más grandes que existen…

  2. Iacobus
    enero 2, 2008 a las 4:50 pm

    Llego del trabajo y leo, y después de leer, pienso (poco) en mi futuro más inmediato, y me afirmo a mi mismo, me doy cuenta segundo a segundo, pensamiento a pensamiento, que sin nuestros viajes, sin nuestros proyectos alocados, sin nuestras escapadas en bici´…..no sabría vivir. Porque la vida es única, o la vives o te la cuentan. Y yo prefiero leer como cuentas nuestras historias……

  3. Apu
    enero 5, 2008 a las 10:13 am

    Eres un artista de la narrativa. Ya lo sabia, pero vamos que no dejas de sorprenderme. Feliz año nuevo y a seguir dando caña machote.
    A ver si un dia de estos nos vamos de pedo por ahi, ok? que tengo ganas

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