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22. Ciberadictos por P. Daniel Carrillo

noviembre 18, 2010 Deja un comentario

ÍNDICE DEL LIBRO DUDAS

Dios se llama Google, y en su omnipresencia lo está viendo todo.

La naturaleza es cosa del pasado, la ley del más fuerte es una quimera romántica y ya no hay selva ni leones ni gacelas.

El lago Victoria se ha unido al mar en la herida del Rift, tal como profetizó otro madrileño que dijo el lago es bello hasta romperte los ojos.

Cuatro gafotas feos sin salir de su casa han cambiado el mundo, inventaron los PC, los microsofts y los buscadores googlelianos y los pusieron al servicio del poder en un movimiento revanchista contra los líderes espontáneos que les quitaban el bocadillo en los recreos.

Ahora gobierna la debilidad, que vigila con webcams y programas espía todo lo que no supo vigilar con músculos y palos.

La red es un universo sin límites ni fronteras, un estado federal de mil Matrix superpuestos en un orden que nadie comprende.

Dios, que se llama Google, es invadido las tardes de domingo por un sentimiento de nostalgia mientras nota que la pesca se le escurre entre las manos.

Todo fluye, está bañándose en ese río que ya no el mismo río de ayer y de paso vaticina que a través de la fibra óptica se va a deshacer el imperio.

Qué tío más perspicaz era ese de Éfeso.

Mientras tanto, la utopía del software libre dejo de ser una utopía, y lo cierto es que hubo guerra entre unos gafotas y otros, todos sin salir de su casa lucharon en uno y otro bando tu Linux contra mi Windows y tal y al final virus va spyware viene todo acabó con la emboscada definitiva en el desfiladero de las Termópilas.

Borrachos de Grand Thief Auto, vomitando en cualquier esquina de la ciudad de San Andreas, hordas enteras lucharon sin salir de casa mientras pirateaban mil millones de discos que nunca escucharían.

Y yo, que estoy a punto de jugarme la vida en una frase de Messenger, comprendo a Dios, que se llama Google, y que es invadido las tardes de domingo por un sentimiento de nostalgia mientras nota que la pesca se le escurre entre las manos.


Este texto fue originalmente publicado en el libro DUDAS (2006).