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Teoría de Esther (1)

Para Yamsha

Tú no te das cuenta, Esther, yo sé que no te das cuenta del espectáculo, tú no te das cuenta. Siempre llegas en el último momento, justo cuando suena el pitido del cierre de puertas, llegas y te cuelas de un saltito y es como si el maquinista estuviera esperando tu presencia y entonces el tren arranca porque ya has llegado tú, has llegado en el último momento, como siempre. Tú no te das cuenta, Esther, pero hay varios pares de ojos espiando la prisa que te arroba la cara, la prisa del taconeo que viene juguetón por el andén y se cuela en el vagón en el último momento. El tren arranca y tú buscas un sitio libre mientras encuentras el equilibrio sobre los tacones, y al final descubres el sitio y te vas a sentar y montas todo ese lío con el bolso y el abrigo y los tacones y la prisa que te arrobaba la cara no se te ha ido todavía. Tú no te das cuenta, Esther, no te das cuenta, pero te están mirando cuando soplas para apartarte ese pelo que te ha caído hacia la cara y tienes las mejillas encendidas por la prisa y vas deshaciendo el lío que has montado con el abrigo y la premura. Cómo ha pasado el tiempo, Esther, qué guapa estás, Esther, por qué no me has reconocido, Esther. El tren se lanza y va saliendo por un lío de raíles, sigue avanzando y al final ya hay sólo una vía que pasa al lado de las cuatro torres y parece que el tren ha resuelto su lío de raíles en el preciso momento en el que tú has resuelto el lío que has montado, el lío que montas todos los días mientras todos los ojos dejan de mirarte y se cierran y se duermen y te olvidan como se olvida la prisa de tus mejillas. Pero yo no me olvido, Esther, aunque tú no te das cuenta, Esther, pero yo te estoy mirando y estoy pensando qué guapa estás, Esther, por qué no me has reconocido y cómo ha pasado el tiempo, Esther, si tu supieras que estoy viendo a todas las mujeres sucesivas que has sido, pero tu no te das cuenta, Esther. Antes no llevabas tacones, en la clase de francés no llevabas tacones, ni bolso, en aquel día de selectividad, no llevabas la prisa pero ahora que lo pienso me parece que ya llevabas el lío, Esther, aunque no te dabas cuenta, Esther, pero tú siempre llevabas varios pares de ojos espiando tus movimientos, Esther. Cómo ha pasado el tiempo y qué guapa estás, Esther, si tu supieras que se lanza mi pensamiento como se va lanzando el tren y se van lanzando los días que se escapan sin que me reconozcas, Esther. Pero tu no te das cuenta del espectáculo, claro, tú no te das cuenta.

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  1. diciembre 21, 2008 a las 4:49 pm

    He vuelto a leer a Umbral, y este texto es una consecuencia. La segunda persona, el lirismo, la repetición… evidentemente todo está inspirado por el estilo del maestro.
    Por lo demás, mi día a día en el tren, la preciosa canción de Ferreiro y alguna conversación al filo de los hielos de la noche con D. han hecho el resto.

  2. Rosalia
    diciembre 21, 2008 a las 5:49 pm

    Afortunada se tiene que sentir «Esther» tras este texto…

  3. David Almazán Yagüe
    enero 2, 2009 a las 6:38 pm

    Siempre vendrá a buscarte y, como por arte de magia, se tropezará contigo y te deseará feliz año o feliz año -24hrs. Después desaparecerá para reaparecer cuando menos la esperes… para así poder seguir siendo Esther.

  4. maria
    febrero 4, 2009 a las 3:32 pm

    No sé quién eres Daniel, pero no dejes de seguir escribiendo. Tienes mas cosas sobre Esther?

  5. febrero 4, 2009 a las 9:58 pm
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