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Libros quemados en 2023 (I)

diciembre 31, 2023 Deja un comentario
  • Libros leídos por Daniel Carrillo en 2023

Para ver el análisis de años pasados:

Libros quemados en 2022 (I)

Libros quemados en 2021 (I)

Libros quemados en 2020 (I)

Libros quemados en 2019 (I)

Libros quemados en 2018 (I)

Libros quemados en 2017 (I)

Libros quemados en 2016 (I)

Libros quemados en 2015 (I)

Libros quemados en 2014 (I)

Libros quemados en 2013 (I)

Libros quemados en 2012 (I)

Hoy en mitad de la noche

Fotografía de Jaime Moraleda

Hoy en mitad de la noche
se ha despertado la niña.
La he tomado entre mis brazos,
tratando estoy de dormirla.
Mientras tanto voy pensando
en otra cosa distinta;
la mente va hacia una casa
que se aleja de mi vida.

Es una casa muy grande,
mucho recuerdo ha guardado.
Si cierro fuerte los ojos
veo cosas del pasado:
estoy allí de repente,
mi abuelo me está enseñando
cómo se pela una fruta,
cómo hacer sopas de ajo,
cómo cepillar madera,
cómo fabricar un carro,
cómo se afila un cuchillo,
cómo se pinta otro cuadro.

Vuelo al salón con mi mente,
hasta el sofá estoy llegando
y veo a la Yaya tumbada
mirando Doctor Zhivago.
Años atrás le habría dicho
con Nazaret de la mano:
¡danos, Yaya, un beso grande
que nos lo hemos ganado!
Y años después otra cosa
decirle, Yaya, podría:
Cuenta conmigo mañana
que me apunto a la comida,
ponme las setas de siempre,
la costrada es cosa mía.

Es una casa muy grande
o eso a mí me parecía
cuando siendo tan pequeño
sus pasillos recorría.
Tiene un salón gigantesco.
¡Cómo de grande será
si caben cien cumpleaños,
mil visitas, Navidad,
los mejores campanadas
que nunca podré soñar!
[Salimos a la terraza:
el cielo está iluminado
de fuegos artificiales
uno tras otro estallando]

Tiene un pasillo muy largo;
hacia el fondo, a la derecha,
hay un taller de artesano,
huele a serrín y a madera.
Y hay otro cuarto allí al lado
y en el centro hay una mesa:
Píntame aquí un futbolista,
dibújame una princesa.
Desde la pared os mira
un niño sin camiseta.

Y entonces me pongo triste,
recuerdo lo que ha pasado,
la casa ya no es la misma,
la casa se ha vaciado.
Pronto no iré más a verla.
Me tengo que ir olvidando
de bajar los siete pisos
junto a Javier de la mano.

No son buenos, cuando llegan,
estos negros pensamientos,
¿nos queda grande la casa,
nos queda grande el ejemplo?
Me hubiera gustado ser
otro más digno heredero
Ciertas noches el silencio
hiere y yo por dentro temo
no haber estado a la altura,
no haber tomado el relevo.

¿De qué tristes pensamientos
estás intentando hablar?
Sufro por todas las piedras
que no he sabido enterrar
y por ese último abrigo
que nunca podré llevar.
Por no haber llamado antes,
por haber llegado tarde,
por no haber ido ese día
a la salida de misa
a acompañar al abuelo
hacia su último vuelo.

Lanza un suspiro la niña
que rasga dulce el silencio;
a punto está de caer
en brazos del dios Morfeo.
Ahora mismo hacia la cuna
te lleva papá, mi cielo,
duerme tranquila, mi vida,
será tan sólo un momento.

Tengo que estar a la altura.
Tengo que ser un buen nieto.
Tengo que pensar en algo,
algo que salga de adentro,
algo que conjure y venza
al temor y al sufrimiento.
¿Y si encarcelo ese miedo
con los barrotes del verso?

Podría tejer un poema,
podría encontrar las palabras,
podría ordenar a mi antojo
los recuerdos en la casa,
mezclar edades y escenas,
como en sueños visitarla,
imaginar que están vivos
los abuelos y nos hablan.
Y así escribir, por ejemplo,
que voy contigo a la casa,
subimos los siete pisos,
tras la puerta acorazada
ya está el abuelo diciendo
pasa, Carmencita, pasa,
voy a enseñarte un besugo,
dibujaremos un mapa,
repasaremos las cuentas
calculando con naranjas.
Mientras el atardecer
se ve desde mi terraza
te contaré un viejo cuento,
si la mente no me falla:
Dijole el trigo al centeno:
cañas vanas, cañas vanas.
Al ajedrez jugaremos
y, antes de irte, la Yaya,
se acercará hasta el cajón,
y volverá con la paga.

Y de repente en la noche
ya solo queda el silencio.
La niña sonríe dormida
con el más plácido sueño.
Yo siento como respira
y ya me pongo contento.
Después la dejo en la cuna,
le doy un beso y me duermo.

Categorías: Nosotros, Poesía

Libros quemados en 2021 (I)

diciembre 31, 2021 2 comentarios
Categorías: Libros, Nosotros

Libros quemados en 2017 (y II)

«¿Cabe la posibilidad de que no haya vivido como debería haberlo hecho? —Se le pasó de pronto por la cabeza—. Pero ¿cómo es posible? Si he hecho siempre lo que correspondía en cada momento», se dijo, rechazando sin más la única solución al enigma de la vida y de la muerte, como si fuera algo completamente imposible.

La muerte de Iván Ilich – León Tolstói

Un día uno de los bandoleros le preguntó: «¿Qué piensas hacer cuando recobres la libertad?» Y César respondió: «Armaré una flotilla, os perseguiré, os capturaré y os haré ejecutar.» El pirata rió la ocurrencia de buena gana y cambió de tema. A poco César pudo reunir el rescate, y en cuanto recobró su libertad cumplió lo prometido: capturó a sus secuestradores y los hizo crucificar.

Julio Cesar. El Hombre Que Pudo Reinar – Juan Eslava Galán

Es lo que tienen las dictaduras, ofrecen siempre satisfacciones con efecto retardado; los mismos que se esfuerzan en no darse por aludidos o por escaquearse, con el paso del tiempo exaltan su papel protagonista. «¡Yo estaba allí, yo estaba allí, y lo vi con mis propios ojos!». Lo que ni siquiera se acerca aproximadamente a la verdad, porque si estaban allí -cosa harto improbable porque los voluntarios eran escasos- hicieron todos los esfuerzos para no mirar y evitarse el peligroso papel de testigo. Porque los testigos de la historia, en una dictadura, o son víctimas o son verdugos, o disimulan para no poner en evidencia al verdugo.

El cura y los mandarines – Gregorio Morán

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En el Café Tournon de París, siguiendo los pasos de Joseph Roth

En aquel tiempo, antes de la gran guerra, cuando sucedían las cosas que aquí se cuentan, todavía tenía importancia que un hombre viviera o muriera. Cuando alguien desaparecía de la faz de la tierra, no era sustituido inmediatamente por otro, para que se olvidara al muerto, sino que quedaba un vacío donde él antes había estado, y los que habían sido testigos de su muerte callaban en cuanto percibían el hueco que había dejado. Si el fuego había devorado una casa en alguna calle, el lugar del incendio permanecía vacío por mucho tiempo, porque los albañiles trabajaban con lentitud y circunspección, y los vecinos, a los que pasaban casualmente por la calle, recordaban el aspecto y las paredes de la casa desaparecida al ver el solar vacío. ¡Así eran entonces las cosas! Todo cuanto crecía necesitaba mucho tiempo para crecer, y también era necesario mucho tiempo para olvidar todo lo que desaparecía. Pero todo lo que había existido dejaba sus huellas y en aquel tiempo se vivía de los recuerdos de la misma forma que hoy se vive de la capacidad para olvidar rápida y profundamente.

La marcha Radetzky – Joseph Roth

Si pensamos en aquellos de entre nosotros más sobresalientes, los genios que conocemos son aquellos que, llevados por una debilidad de carácter, han luchado por darse a conocer para reafirmarse. Los otros, de haberlos, los autosuficientes, los fuertes de carácter, permanecerán anónimos.

Al principio fue un chiporroteo – Alberto Rodriguez

El rostro magullado y recalentado acusa diversas y sucesivas estupefacciones sufridas a lo largo del día, y algo en él se está desplomando con estrépito de himnos y banderas. Este sujeto, sospechoso de inapetencias y como desriñonado, podría ilustrar no sólo una manera de vivir, sino también la naturaleza social del mundo en que uno vive: mientras el país no sepa qué hacer con su pasado, jamás sabrá qué hacer con su futuro.

Juan Marsé. Mientras llega la felicidad – Josep María Cuenca

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Libros quemados en 2016 (y 2)

Sobre las copas que apurábamos cruzaba ya la muerte invisible sus huesudas manos, pero nosotros no la vislumbrábamos aún. Algunas veces nos quedábamos hasta muy tarde. Por un miedo inexplicable a la noche esperábamos en vela la llegada del día; y aunque digo que era un miedo inexplicable, entonces no nos lo parecía; buscábamos la explicación en el hecho de que éramos demasiado jóvenes para desperdiciar la noche. Sin embargo, como me di cuenta después, a lo que teníamos miedo era al día, mejor dicho, al mediodía, la hora más clara del día. Entonces uno se ve y es visto con claridad, y nosotros no queríamos que se nos viese con claridad.

La Cripta de los Capuchinos – Joseph Roth

Cuando se degrada intelectualmente a los alumnos, se les degrada también humanamente. Quien está resolviendo problemas de fracciones cuando por edad podría estar resolviéndolos de cálculo integral, o quien recibe un barniz de cultura clásica cuando por su inteligencia podría estar estudiando en serio griego o latín, está siendo tratado como un niño pequeño, está siendo infantilizado, y en definitiva se le está deformando. Igual que se le deformaría el pie si de adolescente utilizara el mismo número de calzado de cuando era niño.

Panfleto antipedagógico -Ricardo Moreno Castillo

“There’s this point that Mike Judge makes in Idiocracy, which is like smart people, you know, should at least sustain their numbers,” Musk said. “Like, if it’s a negative Darwinian vector, then obviously that’s not a good thing. It should be at least neutral. But if each successive generation of smart people has fewer kids, that’s probably bad, too. I mean, Europe, Japan, Russia, China are all headed for demographic implosion. And the fact of the matter is that basically the wealthier—basically wealth, education, and being secular are all indicative of low birth rate. They all correlate with low birth rate. I’m not saying like only smart people should have kids. I’m just saying that smart people should have kids as well. They should at least maintain—at least be a replacement rate. And the fact of the matter is that I notice that a lot of really smart women have zero or one kid. You’re like, ‘Wow, that’s probably not good.’”

Elon Musk: Tesla, SpaceX, and the Quest for a Fantastic Future – Ashlee Vance

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Con Javier Cañones, Pedro Carrillo, Martín Sotelo y Andima Hermisilla en el Mesón Guerrita

En un país en que no existe libertad de expresión, García encuentra un resquicio para criticar al poder. Aunque sea el poder deportivo. Y lo hace con un tono sorprendentemente agresivo. Millones de españoles, hastiados del férreo control informativo que impone la dictadura, desean asomarse a esa rendija cada noche. Por eso, incluso aquellos a los que no les gusta el fútbol esperan con expectación que lleguen las doce: quieren darse la satisfacción de ver cómo le zurra la badana a los de arriba. Es fácil establecer un paralelismo entre los responsables de tal o cual federación o club y las autoridades políticas. De alguna manera, las bofetadas a los mandamases deportivos son bofetadas al régimen. El deporte corrupto y anquilosado es el sistema corrupto y anquilosado. Las incompetencias y las miserias del deporte son la incompetencia y las miserias del Estado.

Buenas noches y saludos cordiales – Vicente Ferrer Molina

Marcelo dio órdenes estrictas de que Arquímedes fuese tomado vivo, pues tenía suficiente caballerosidad como para respetar a un enemigo digno. Pero Arquímedes, sin parar mientes en el saqueo que se estaba llevando a cabo a su alrededor, estaba trazando figuras en la arena, tratando de resolver un problema geométrico (al menos así cuenta la tradición). Un soldado romano le ordenó que fuese con él, a lo que el científico griego respondió imperiosamente: «¡No destruyas mis círculos!», tras lo cual el soldado le mató.

La República Romana -Isaac Asimov

Se oyó un estallido a lo lejos.
—¿Qué ha sido eso?
Y a continuación, la noche, hacia la parte de la ciudad, se encendió en cascadas luminosas, en grandes rosetones de chispas multicolores. Eran los fuegos artificiales de la Semana Grande sobre la bahía. Joxe Mari y Patxo se sentaron a mirarlos desde el borde de la arboleda, y olvidados de su conversación reciente, opinaban sobre cada figura pirotécnica.
—Mira, mira.
—Hostia, qué bonito.
Acabado el espectáculo, volvieron a la oscuridad de los árboles y se echaron a dormir dentro de sus sacos, en la noche veraniega del monte.
Había concierto de grillos. Patxo renegaba:
—Toda esa gente allí abajo, me cago en la puta, de fiesta, haciendo cola en las heladerías y nosotros dando el callo por su liberación. A veces me entran ganas de agarrar el subfusil y, pim, pam, darles un pequeño merecido.

Patria – Fernando Aramburu

Libros quemados en 2016 (I)

diciembre 31, 2016 9 comentarios

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  • Libros leídos por Daniel Carrillo en 2016

Para ver el análisis de años pasados:

Libros quemados en 2015 (I)

Libros quemados en 2014 (I)

Libros quemados en 2013 (I)

Libros quemados en 2012 (I)

El Córdoba de mi abuelo

En 1996 mi abuelo compró el que iba a ser su último coche: un Seat Córdoba blanco. Yo le acompañé al concesionario cuando se lo dieron. En los veranos íbamos al pueblo en él, y allí me pasaba muchas sobremesas de julio metido en el coche, siempre en el asiento del conductor, escuchando la retrasmisión del Tour de Francia. Por aquella época hice este dibujo:

Seat Córdoba

De vuelta en Alcalá, el coche siempre estaba en uno de los sitios de aparcamiento frente al portal de mis abuelos. Cuando unos pocos años después empecé a salir de noche con los amigos, recuerdo que lo veía siempre al volver de fiesta, y muchas noches comentaba que me daba pena que el coche estuviera tan poco utilizado. Cuando me saqué el carnet de conducir empecé a conducirlo, pero muy esporádicamente, tan sólo en los inolvidables viajes mano a mano con mi abuelo para el Domingo de Ramos.

En 2008 terminé la carrera, empecé a trabajar en Madrid y mis abuelos me dieron el coche para que pudiera ir más fácilmente a la oficina. El Córdoba tenía 12 años pero sólo 30.000 Km. El viejo sueño se había cumplido, el coche iba por fin a cabalgar de seguido y yo me iba a sentar en el asiento del conductor para algo más que escuchar la radio.

Uno alcanza con su coche cierta intimidad intransferible. El tacto del volante, la resistencia del pedal de freno, el sonido de los intermitentes, el movimiento de la palanca de cambios. Algunas mañanas hacía el trayecto hacia Madrid con la música apagada, escuchando el sonido del motor y de las ruedas, el golpe del aire contra los cristales.

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Los años fueron pasando y la distancia recorrida iba subiendo, pero el coche seguía funcionando perfectamente. Pasados los 100.000 kilómetros empecé a plantearme la compra de un sustituto más nuevo, confortable, potente y seguro. Pero me costaba mucho decidirme a dar el paso; creo que en ello había cierto sentimiento de lealtad a un coche que nunca nos había fallado, con el que nunca habíamos tenido ningún accidente y al que me unía algo muy especial: la propiedad compartida con mi abuelo.

Finalmente en el verano de 2015 me decidí a cambiarlo. El Córdoba iría al desguace, pero antes quise llevarlo al punto exacto en el que solía estar aparcado durante tantos años, donde yo lo veía al volver con los amigos en tantas noches de juventud. Mi abuelo bajó a despedirse de él y nos hicimos unas fotos.

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Recorte2

Ya no fabrican el Seat Córdoba. Si hubiera que buscar algo parecido, sería el Seat Toledo, el coche nuevo que elegí con una mezcla de pragmatismo y fidelidad. Me gusta mucho esta foto del Toledo en el patio del chalet en Calzada de Valdunciel, con las pinturas que hizo mi abuelo:

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La vida moderna

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Salir a correr para después publicarlo en el Facebook, usar un filtro de Instagram para la foto del restaurante, subir la imagen de los pies en la playa para dar envidia, pedir un gin tonic historiado con tontunas para pagar el doble, esprintar en la rueda del hamster para no llegar a ningún lado, tuitear, whatsappear y compartir.

Leer novedades editoriales para ser de la élite que lee, aunque no entienda. Quejarse siempre de todo, y no hacer nada para cambiar. Creerse informado por entrar varias veces al día en elpais.com. Vivir la vida moderna, la de llevar al niño al cole en monovolumen, la de mirar el móvil en los diez segundos del ascensor, la de los edificios de cristal donde no se puede vivir sin aire acondicionado y sin calefacción.

Ir al gimnasio en coche. Comprarlo casi todo en los chinos. Pedir online ropa low cost y viajar en vuelos low cost, pero, eso sí, escandalizarse ante los salarios low cost. Un plástico para cada magdalena, leche desnatada, sacarina y todo, siempre, light.

Y siempre, también, sentirse cansados y mal dormidos. Estar sin estar, como pensando en otra cosa o queriendo estar en otro lado. Vivir viviendo para el futuro, y al alcanzarlo estar ya pensando en lo siguiente, mientras -arena fina-, el presente se escapa entre los dedos.

Y cuando llegue el día del último viaje, y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, morir, sin duda, ligeros de equipaje, casi desnudos, como los hijos de la mar. Doblar el ala, también, con una cierta sensación, apenas un ruidito de fondo, ese rumorcillo ¿sabes? de haberte dedicado a hacer el gilipollas.

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Publicado originalmente como columna radiofónica en el programa Cualquier Día de RUAH – Radio Universitaria de Alcalá de Henares ruah.es.

La generación mejor formada

No cabe duda de que la generación mejor formada de la historia de España es también la más viajada y la primera que se mezcla masivamente y de igual a igual con sus coetáneos europeos.

Dicho esto, y conocidas las dificultades que esta generación va a tener para mantener el nivel de vida que alcanzaron sus padres, conviene discernir si estamos hablando de víctimas o de cómplices. Algo tendrán que ver los miembros de esta generación con su propio fracaso profesional: el de sucesivas camadas a las que el desempleo, la precariedad, la incertidumbre y los bajos salarios les son consustanciales.

Pensemos en cómo se expresan o en lo que consumen, en el individualismo feroz que impide cualquier intento de oposición organizada ante las injusticias. Pensemos en la absurda sobrecualificación, o en la desconexión entre lo que se imparte en el aula y lo que se necesita en la oficina.

Estoy hablando de estudiantes de periodismo que no leen libros, que no hacen preguntas en las charlas a las que asisten y cuya mayor inspiración es el Carrusel deportivo, de Licenciados en Turismo que no hablan idiomas, de doctorandos sin vocación que iban de beca en beca (cuando las había) hasta la derrota final, que era presentar la tesis y ser expulsados desde el calorcillo del departamento hacia la fría calle, al mundo real, al paro.

La acumulación de carreras universitarias, grados, másteres y doctorados es útil para alimentar el orgullo de unos padres infectados con titulitis, que así podrán presumir en el bar de niño listo y restregárselo a la cuñada. Pero viendo las consecuencias de sus virus, más les valdría jactarse de haber sido buenos y sumisos clientes de un sistema hipertrofiado y endogámico, el de los departamentos de tantas universidades de bajo nivel.

Yo humildemente propongo olvidar por un momento el brillo de las titulaciones y valorar los grises logros, los meros resultados. Mirame a los ojos y dime ¿hay motivos para estar satisfechos de la generación mejor formada?

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Publicado originalmente como columna radiofónica en el programa Cualquier Día de RUAH – Radio Universitaria de Alcalá de Henares ruah.es.

Serie de Autorretratos ¿2002? ¿2003? ¿2004?

febrero 17, 2014 8 comentarios